¿Sabías que en Cundinamarca hay una laguna
que esconde un gran misterio?
Es la laguna de Guatavita, en la cual los chibchas hacían
ceremonias sagradas y ofrendas a los dioses. Esta laguna esconde diversos mitos
y leyendas; su majestuosidad nunca pasó desapercibida y fue uno de los lugares
más importantes para dicha tribu. Hoy en día el municipio de Guatavita está
integrado por quince veredas y es uno de los más coloniales y turísticos de
Cundinamarca.
LA
LEYENDA DE GUATAVITA
Hace mucho tiempo, antes de que los
conquistadores llegaran al país de los Muiscas, los habitantes de la región de
Guatavita, al oriente de la sabana de Bogotá, adoraban a una princesa que, en
las noches de luna llena, salía del fondo de la laguna y se paseaba sobre las
aguas en medio de la espesa neblina.
Cuentan que un gran cacique de los
Guatavitas, de la misma dinastía que daría origen al gobierno y al imperio de
los muiscas, estaba casado con la más bella dama perteneciente a su tribu: una
noble princesa a quien todos los pobladores amaban, y su hogar había sido
bendecido con el nacimiento de una bella niña que era la adoración de su padre.
Pasado algún tiempo, el cacique
comenzó a alejarse de la princesa: sus muchas ocupaciones en los asuntos del
gobierno como también otras mujeres, lo mantenían lejos del calor de su hogar.
La princesa soportó algunos meses, como correspondía, a una mujer de su rango,
las ausencias prolongadas y las continuas infidelidades de su esposo, pero un
día pudieron más la soledad y la tristeza que las rígidas normas sociales, y se
enamoró de uno de los más nobles y apuestos guerreros de la tribu. Para su
dicha y fortuna fue enteramente correspondida.
Dicen que los enamorados no pudieron
verse tan pronto como hubieran querido, pues el gran cacique estaba por esos
días entre los suyos. Pero cierta noche tras una de las acostumbradas celebraciones
del mandatario, la pareja pudo consumar sus amores, mientras el pueblo dormía.
Sospechando algo, el cacique encomendó a una vieja la tarea de vigilar a la
princesa. Una noche cualquiera, la anciana descubrió lo que ocurría y le llevó
la noticia al jefe.
Al día siguiente, el cacique
organizó un gran festín en honor a su esposa. A la princesa le fue servido un
sabroso corazón de venado. Apenas ella acabó de comerse el delicado plato, el
pueblo- con el cacique a la cabeza- estalló en una horrible carcajada, que la
hizo comprender la verdad; su amante había sido asesinado, y le habían dado de
comer su corazón.
Desesperada, decidió huir del lado
de su marido. Algunos días después de la tragedia, tomó a su pequeña y partió
hacía Guatavita. Dicen que al llegar, casi a la medianoche, se detuvo un
momento en la orilla para contemplar la laguna, de la que se levantaba una
espesa neblina; luego miró amorosamente a la niña y se lanzó con ella a las
aguas.
Al enterarse de la noticia, el
cacique corrió hacía la laguna y llamó a su mujer varias veces, sin obtener más
respuesta que el silencio de la noche. Cuentan que ordenó a sus sacerdotes- que
la buscaran. Los mohanes o sacerdotes hicieron conjuros y ritos a orillas de la
laguna, y uno de ellos descendió a las profundidades, para averiguar qué había
sido de la princesa y de su hija.
Cuentan que al poco rato de
buscarla, regresó con el cadáver de la niña y contó que la princesa estaba viva
y feliz en el reino de las aguas. Desde entonces, en las noches de luna menguante
aparecía la princesa en medio de la espesa neblina, para escuchar los ruegos de
su pueblo, y la laguna se convirtió en un lugar sagrado.
Tomado de: http://www.culturarecreacionydeporte.gov.co/es/bogotanitos/cuenta-la-leyenda/la-leyenda-de-guatavita
El
dragoncillo de la laguna
Según
el mito muisca, en la laguna se hacían ofrecimientos de oro y esmeraldas al
dios de la laguna, el cual se aparecía en forma de dragoncillo o culebra
grande. Para esto, los sacerdotes muiscas conocidos como chycuy, vivían en unas
chozas alrededor de la laguna con el fin de vigilar cada vez que la criatura
apareciera para hacerle las ofrendas que pedía.